Como ya anunciamos en nuestra web, el pasado domingo 16 de diciembre Enrique Ruiz Portillo, miembro de nuestra Comisión y Gran Visir 1995, pronunció el XXIX Pregón de Navidad en San Juan de Dios. Presidieron el acto SS. MM. los Reyes Magos, la Estrella de la Ilusión y el Gran Visir en el presbiterio de la capilla de esta Institución. Recorriendo los principales hitos del relato evangélico de la Navidad, fue un Pregón de profundo sentido cristiano en el que los protagonistas fueron los niños, desde su hija de dos añitos hasta los chicos de San Juan de Dios. Especialmente emotivas fueron las palabras dedicadas a los Reyes Magos y a nuestra Cabalgata que reproducimos a continuación:
En el Santuario del Águila, la Virgen espera a los Reyes. Sentada sobre su águila, sosteniendo al Niño en su regazo, que hoy está más juguetón que de costumbre… ¡porque vienen los Reyes!
(…) Hace días que emprendieron el camino. Casi 365 diría yo… El camino no ha sido fácil, sino duro y con mucho trabajo. Por fin ven la Estrella. Allí, a lo lejos, brillando. Ahora sí, la noticia se refleja en el cielo porque una Estrella la anuncia. Es la Estrella Nuria, de buena constelación, con brillos de ternura, alegría, sensibilidad y simpatía. Es la mejor guía que pueden tener los Reyes Magos.
La comitiva hace días que partió y todo está a punto porque se encarga de ello el Gran Visir, anunciador de la llegada y encargado de que todo esté listo. Créanme que es una labor tan destacada como cuidadosa, y lo digo con buen conocimiento de causa, porque tengo el honor de formar parte de la gran dinastía de Grandes Visires de Alcalá. Pero este año el Gran Visir sabe cumplir tal misión magníficamente, y no sólo porque desde la cuna ha visto crecer la gran Cabalgata, sino porque lleva en sus alforjas grandes cantidades de cariño, de amistad y de simpatía que lo hacen un Gran Visir y aún mejor persona.
Hace tiempo que los Reyes comenzaron su viaje a la búsqueda de Jesús. Ha sido un hermoso camino que está a punto de concluir. Tres reyes, tres continentes, tres razas, tres colores, tres regalos y tres dones, oro, incienso y mirra…
Viene sobre su camello el Rey Melchor, con barbas blancas y casta de alcalareño, haciendo cálculos y mediciones con los mil y un cachivaches con los que trabaja. Trae el Oro de la familia, del trabajo, del esfuerzo y de la entrega para ofrecerlo al Niño Rey.
El rey Gaspar va en su dromedario apreciando el colorido de esta tierra, la silueta de los paisajes y componiendo formas imposibles en el vacío del cielo. Le trae el Incienso al Niño Dios para que, quemado en comunidad de hermanos, se eleve a las alturas de la fe.
El rey Baltasar trae una gran cohorte de pajes alrededor de su camello, algunos egipcios. Tostado por el sol, ha aprovechado el viaje pensando cómo usar la energía que el astro rey derrama sobre nosotros. Su Mirra, para el Niño Dios hecho hombre, aliviará el dolor con altas dosis de cariño, de amistad y de alegría transmitida a los demás.
¡Que van viniendo los Reyes
anuncia todo cantar,
aunque yo ya los he visto
cruzando Nueva Alcalá!
El oro lo trae Melchor,
el incienso de Gaspar,
Baltasar le trae la mirra
y el Niño quiere jugar.
Tirándole de las barbas,
le quita el cofre a papá
y el oro de las monedas
rueda por todo el portal.
El Niño como es tan niño…
el Niño quiere jugar
y pregunta que el incienso
cómo lo va a utilizar,
que la mirra es muy bonita
pero con ella… ¿qué hará?
Entonces las Majestades,
ante ese preguntar,
no saben qué responderle
a tan Divino zagal.
El Niño como es tan Niño…
el Niño quiere jugar.
Fijándose en el camello
que ha traído Baltasar,
le ha pedido al Rey negrito
que se quiere pasear.
Y entre joroba y joroba
lo sube Su Majestad
y le da una vueltecita
por el pueblo de Alcalá.
Y el chiquillo entre sonrisas
dice que no bajará,
que quiere otra vueltecita.
-¡Anda, venga, Baltasar!
Pero con cara de enfado
vienen Melchor y Gaspar
que las cinco de la tarde
a punto estaban de dar
que es la hora de salida,
¡Cabalgata de Alcalá!
-¡Pues yo de aquí no me bajo!
les dice el lindo chaval.
Está saliendo la Estrella
y una paloma de paz,
un tren, el ratón Mickey
y Melchor en majestad.
Le sigue la Cenicienta
y flores del azahar
metidas en una cesta,
y ahora el trono de Gaspar
que tira los caramelos
y las ‘chuches’ a raudal.
Carrozas de niñas guapas
de belleza, un manantial…
Y ya viene el Rey negrito,
que se llama Baltasar,
y sentado en sus rodillas,
el Dios de la Caridad
que hecho Niño en esta tarde
va a recorrer a Alcalá.
Y es que aquel Cinco de Enero
llegó a ser tan especial,
que Dios con su Cabalgata…
¡ha bendecido Alcalá!
Cuando llegan a Alcalá, los Reyes están como en su casa ¡Qué acierto Su Santidad, el Papa, Benedicto XVI! Dos mil años después, nos ha proclamado que los Reyes no procedían de Oriente, sino Tarsis, de Tartessos, aquel enigmático imperio nacido en las orillas del Guadalquivir aún antes de los Fenicios… Sí, Santidad… de Tartessos, ¡de Tartessos del Guadaíra! Los Reyes eran de aquí, de Alcalá, porque no se puede Usted imaginar lo que se les quiere en esta Tierra.
Cuando concluye el largo y pesado viaje, Melchor, Gaspar y Baltasar encuentran aquí un palacio con torres de entrega, paredes de ternura y salones de corazón. Un palacio que se llama Amigos de los Reyes Magos. Un palacio que se construye día a día, todo el año, con el esfuerzo de alcalareños trabajadores y, sobre todo, con la sonrisa, la alegría, la ilusión y la fantasía de los niños. Merece la pena todo el trabajo, la entrega incondicional desde hace más de medio siglo, con personas que entregan su vida para que cada Cinco de Enero –un día que en mi pueblo se escribe con mayúsculas- los Reyes recorran Alcalá en carrozas multicolores, llenas de juguetes y fantasías que entregarán a los niños de Alcalá que más lo necesitan.
La llegada de la Gran Cabalgata de los Reyes Magos de Alcalá será el dignísimo y magnífico broche de oro a tantos momentos de gran alegría vividos durante la Navidad (…)